Yo no le pego, pero: ¿puedo usar otros castigos o premios?

 

 

Cuando pensamos en dejar el castigo físico a un lado, lo primero que se nos viene a la cabeza es el uso de otros tipos de castigos o premios para manejar la conducta retadora. Sin embargo, ninguna de estas prácticas nos lleva al desarrollo de habilidades a largo plazo, tal y como deseamos.

 

Los castigos y premios son dos caras de la misma moneda. Ambas estrategias parten de las necesidades de los adultos (no del desarrollo infantil y adolescente) y lo que buscan es manipular la conducta a partir de las preguntas: ¿qué es lo que ellos quieren que yo haga y qué me pasará si no lo hago? o ¿qué es lo que ellos quieren que haga y qué recibiré por hacerlo? Ninguna de estas respuestas resuelve la pregunta: ¿qué es lo que yo necesito aprender y qué tipo de persona debo ser?

Los castigos y premios tienen consecuencias negativas en el desarrollo infantil y adolescente, tales como:

Desvirtúan los valores

 

La acción de las niñas, niños y adolescentes no responde a un interés social ni a la cooperación familiar, sino al interés personal por la recompensa o el temor al castigo. Cuando los adultos enseñamos algo es porque nos parece valioso para la vida, pero con premios y castigos enseñamos que eso no vale por sí mismo, por lo que tenemos que recibir algo a cambio para cumplirlo. Las niñas, niños y adolescentes educados con premios y castigos suelen ser menos generosos, compasivos y empáticos.

No generan responsabilidad ni desarrollo moral

Cuando hay una persona externa que decide lo que nos merecemos o no por una conducta, no se genera autoevaluación ni responsabilidad moral: las decisiones no se toman éticamente ni asumiendo la responsabilidad de los actos. Cuando alguien es castigado siente que ya pagó por lo que hizo y no tiene que hacer ninguna reparación sobre el daño.

Desvirtúan la tarea y matan la motivación por la tarea en sí

La motivación por la tarea debe partir de la propia satisfacción del deber cumplido. Cualquier tarea que esté acompañada de un premio o castigo pierde protagonismo y no se hace por motivación a la tarea como tal, de esta forma se aplaza un problema para la próxima vez que tenga que realizar esa misma tarea porque se genera dependencia de algo externo y una lucha de poderes. Con los premios y castigos el adulto manipula la conducta, pero a la vez se vuelve manipulable con la conducta de la niña, el niño o el adolescente, porque cuando no hay premios o castigos se vuelve al estado anterior no colaborativo y no se dio ningún aprendizaje.

Los estudios muestran que cuando la gente espera recibir algo a cambio escogen la tarea más fácil, realizan las tareas a medias solo para cumplir y se pierden la posibilidad de explorar nuevas ideas, de pensar creativamente o tomar riesgos para un mayor aprendizaje. ¿Ha pensado qué pasará el día que usted no tenga nada que ofrecer a su hija o hijo, o cuando ya no le teman?

Afecta las relaciones

 

Puesto que los premios y castigos no promueven los valores ni la motivación, le quitan importancia a la tarea y no promueven el desarrollo moral. Con estos métodos, las madres, padres y cuidadores sustentamos nuestra crianza sobre una lucha de poderes y sobre un sistema autoritario, controlador y competitivo, alejado de modelos de liderazgo, influencia y persuasión parental, lo cual tiene efectos negativos en las relaciones familiares.