¿Cómo hago para que me escuche?

La mayoría de las madres, padres y cuidadores nos quejamos porque nuestras hijas e hijos “no nos escuchan” y a esto le llamamos “sordera paterna”. ¿Por qué nuestras niñas, niños y adolescentes no nos escuchan? Primero vamos a revisar nuestras habilidades comunicativas y de escucha con las siguientes preguntas:

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A

¿Cuántas veces interrumpimos y damos explicaciones?

B

¿Cuántas veces aconsejamos sin dejar que el otro encuentre soluciones?

C

¿Cuántas veces nos apresuramos a sacar conclusiones sin mucha información?

D

¿Cuánto esfuerzo hacemos para entender el mensaje oculto detrás de las palabras del otro?

E

¿Cuántas veces usamos preguntas para ayudarle al otro a encontrar su verdad?

F

¿Cuántas veces validamos su emoción y mostramos comprensión?

G

¿Cuántas veces “escuchamos” realmente a nuestras hijas e hijos?

Para que mi hija o hijo me escuche debo empezar a escuchar primero
porque no puedo pedirle que haga algo que yo no practico.

¿Por qué no me escucha cuando le hablo?

¿Usted escucha a su hija o hijo cuando le habla? Las madres, padres y cuidadores debemos desarrollar habilidades de escucha activa antes de pedirles a las niñas, niños y adolescentes que nos escuchen.

Escuchar activamente significa oír lo que se dice y el mensaje que hay detrás revelado en el lenguaje no verbal y el tono. La mayoría de las personas estamos más concentradas en lo que queremos decir que en lo que la otra persona tiene para decirnos. Nuestra escucha está centrada en juzgar, argumentar y pensar en lo que vamos a responder, y nuestras reacciones iniciales están llenas de lecciones, consejos, sermones, rescates o minimizaciones (“lo que tienes que hacer…”, “no es para tanto”, “si hubieras hecho…”, “yo te había dicho…”).

Una buena escucha se evidencia comenzando por validar los sentimientos y puntos de vista del otro antes de expresar los propios. Hay que dejar hablar, no interrumpir, no anticipar, no pensar ni dar lecciones. No hay que estar de acuerdo, solo hacer sentir al otro que es comprendido y acompañarlo a explorar otras posibilidades.

¿Cómo escuchar activamente?

1

Debemos renunciar a tener la razón o a dar lecciones. Simplemente escuchar y leer el lenguaje no verbal (estado de ánimo, expresión, gestos, postura, tono, etc.)

2

Mirar a la persona que nos habla, ponernos a su altura y de frente.

3

Estar en silencio mientras habla y no apresurarnos a responder.

¿Por qué no me entiende lo que le pido?

Muchas veces sentimos que entre nosotros y nuestras hijas e hijos hay como un cortocircuito donde hablamos y no solo no nos escuchan, sino que no nos entienden. La comprensión de los mensajes depende no solo de las capacidades de las niñas, niños y adolescentes, sino también de las capacidades comunicativas de los adultos. Para empezar vamos a revisar lo que pasa en el cerebro de la otra persona cuando mandamos un mensaje y qué errores cometemos usualmente en la comunicación.

Lo primero que hace el cerebro al recibir cualquier información es “sentir la intención del mensaje”, sin racionalizarlo ni pensarlo. Y lo primero que siente el cerebro es: “lo que se viene es: o un ataque o me gusta o es neutro”. Si esa primera sensación cerebral considera que el mensaje viene en forma de ataque, activará respuestas primitivas inmediatas: de ataque, parálisis o huida, con lo que la otra persona puede bloquearse, no entender lo que se le pide o responder de forma agresiva. Todo esto sin pensar.

Para que la otra persona no sienta que nuestra información es un ataque, se bloquee o se cierre, el mensaje debe ser transmitido de manera clara y positiva. De esta forma las niñas, niños y adolescentes pueden entender mejor lo que les decimos, promovemos más su cooperación y no generamos bloqueos comunicativos.

Los mensajes que activan sistemas de defensa primitivos se vuelven barreras comunicativas que no logran el impacto que deseamos. Algunas de estas barreras comunicativas que usamos los adultos son (Stephen Glenn citado por Jane Nelsen (6)):

Barreras comunicativas

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Asumir e interpretar:

Asumir e interpretar:

Asumir que se sabe lo que el otro piensa, siente y hace: “seguramente querías hacer…”.

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Sermonear:

Sermonear:

explicar y dar lecciones: “si me hubieras escuchado…”.

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Dirigir o mandar:

Dirigir o mandar:

decir lo que tiene que hacer sin preguntar: “tienes que hacer…”.

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Esperar:

Esperar:

tener falsas expectativas y minimizar: “esperaba que ya supieras…”, “pareces un bebé”.

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Aconsejar:

Aconsejar:

“lo que tienes que hacer…”.

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Hablar desde lo negativo:

Hablar desde lo negativo:

“nunca colaboras…”.

Interrumpir y no dejar hablar.

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Distraerse y no dar señales de escuchar:

Distraerse y no dar señales de escuchar:

“te estoy escuchando” (mientras mira el celular).

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Invalidar las emociones a pesar de intentar validarlas:

Invalidar las emociones a pesar de intentar validarlas:

“Entiendo que te de rabia, pero no tienes por qué sentirte así”.

Por supuesto, expresiones de humillación, culpa, amenaza y vergüenza no solo alejan al interlocutor, sino que generan rabia y una gran desconexión con muy poco poder educativo.

Por otro lado, las madres, padres y cuidadores debemos considerar que nuestro mensaje llega a un cerebro en desarrollo, por lo que también tenemos que verificar la capacidad física y madurativa de nuestras niñas, niños y adolescentes para comprender los mensajes auditivos al nivel de lo que estamos comunicando. En muchos casos debemos usar otros canales comunicativos (visual y táctil), especialmente con los más pequeños o con aquellos que tienen otras condiciones físicas y mentales.

En conclusión, para ser un buen comunicador se necesita, entre otras, considerar las capacidades de la persona que recibe nuestros mensajes, tener habilidades de escucha, y hablar de manera tranquila, positiva, clara, corta y directa (comunicación asertiva).

¿Por qué no sigue mis instrucciones?

Además de las barreras comunicativas que usamos, las madres, padres y cuidadores también somos poco efectivos para dar instrucciones. Los problemas más comunes al darlas son:

 

 

 

 

 

 

Muchas instrucciones.

Pocas instrucciones.

Instrucciones difíciles: más allá de sus capacidades.

Instrucciones contradictorias.

En malos momentos: cuando la niña, el niño o adolescente está haciendo otra actividad o a punto de terminar un programa, por ejemplo.

Imprecisas o con preguntas que no son opciones: ¿quieres respetar?

Con lenguaje corporal confuso: “no lo hagas”, mientras se ríe.

Con mensajes emocionales manipulatorios: “me pones tan triste”.

Ambiguas: “pórtate bien”, “sé bueno”.

Instrucciones lejanas o gritadas desde otros espacios, sin contacto visual.

El seguimiento instruccional en los más pequeños o en las niñas, niños y adolescentes con condiciones diferentes también puede necesitar otro tipo de estímulos sensoriales, no solo auditivos, como ponerse a su altura, mirarlo de frente, tomarle las manos, mostrar imágenes, entre otros.

Es común que después de una instrucción mal dada y no acatada, los adultos reaccionemos con rabia y frustración y recurramos al uso de barreras comunicativas o castigos, ampliándose la brecha de desconexión entre adultos, niñas, niños y adolescentes y alejándonos de la crianza amorosa y positiva.

¿Cómo hablarle para que me haga caso?

No se trata de hablarles a las niñas, niños y adolescentes para que nos hagan caso, sino comunicarnos con ellas y ellos para resolver las necesidades de las situaciones, encontrar soluciones a las dificultades y promover habilidades para el largo plazo. Debemos hablar buscando su cooperación, no su sumisión, y para esto tenemos que desarrollar la comunicación asertiva, que es el arte de expresar lo que se quiere de una manera clara y directa, sin agresividad.

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Recomendaciones para ser asertivos:

Dar instrucciones en positivo

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Cuando hablamos en negativo, nuestras hijas e hijos saben lo que NO deben hacer, pero no saben lo que SÍ deben hacer (por ejemplo: “no grites”, en lugar de “hablar suave”).

Dar instrucciones claras y en calma

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Dar instrucciones claras y en calma: dar instrucciones cuando estamos alterados hace que el otro se ponga a la defensiva y pierda comprensión.

Verificar la comprensión

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Muchas veces damos por hecho que la niña, el niño o el adolescente sabe lo que le queremos decir o lo que esperamos de ella o él, y al verificar nos damos cuenta de que no sabía lo que queríamos. Es importante conocer muy bien a nuestras hijas e hijos, sus estilos de aprendizaje, sus fortalezas y limitaciones, y adaptar nuestros mensajes y nuestra comunicación a cada una de ellas y ellos.

Instrucciones con propósitos claros

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Instrucciones con propósitos claros, que les permitan a las niñas, niños o adolescentes comprender la razón por la cual es conveniente realizar determinada acción.

Evitar comenzar la comunicación atacando

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Toda comunicación que comience con un reclamo o ataque genera bloqueo (“tú me hiciste sentir…”). Cuando estemos alterados se recomienda hablar desde el YO: “yo me siento… y me gustaría…”. De esta forma expresamos nuestra molestia sin que la otra persona se sienta atacada, se defienda o se bloquee.

Decir lo mínimo necesario

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Decir lo mínimo necesario o incluso actuar y no hablar. El mensaje debe ser corto, sincero y coherente y la acción debe ser consecuente con el mensaje.

Preguntar

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La pregunta es la herramienta de comunicación más poderosa de la crianza amorosa y positiva. Hay que preguntar con interés genuino de querer comprender. Se hace en un buen tono para invitar al otro a encontrar soluciones. La pregunta devuelve la responsabilidad, llama al cerebro racional, valida los sentimientos y pensamientos del otro y logra una conexión rápida entre las personas. Preguntas como “¿qué pasó?”, “¿cómo te sientes?”, “¿qué crees que sintieron los otros?”, “¿qué ideas tienes para resolver el problema?” son muy poderosas en la crianza. Se deben evitar preguntas con respuesta de SÍ o NO o con una respuesta implícita o con juicios (¿crees que estuvo bien hecho lo que hiciste?).