Lo he golpeado y ahora quiero educar sin castigar y sin perder autoridad. ¿Cómo lo hago?

Nunca es tarde para hacer un cambio en nuestro estilo de crianza. Si usted siente que le ha hecho daño a su hija o hijo y quiere cambiar, empiece por un momento de conexión y abra su corazón, dígale que no se siente bien por la madre, padre o cuidador en el que se ha convertido y que quiere hacerlo diferente. Pregúntele cómo se siente como hija o hijo y qué le gustaría cambiar. Luego usted le dice lo que le gustaría, sin culpar o reclamar. No condicione su conducta a la conducta de su hija o hijo: “es que si tú no hicieras____ yo no haría___”. Simplemente diga: “yo me siento___ y me gustaría___” y comience por hacer acuerdos y establecer reglas claras para todos de manera participativa. A partir de ahí empiece a usar estrategias de conexión y de disciplina positiva para manejar la conducta.

Es posible que al principio la conducta inadecuada de su hija o hijo se incremente porque no sabe cómo hacerlo diferente todavía y buscará su atención. El primer punto es estar convencido del paso que quiere dar y empezar a explorar nuevas posibilidades con la crianza amorosa y positiva.

Hacer cambios y crear nuevas formas de relación tomará tiempo, pues el cerebro crea hábitos automáticos y respuestas fijas con la repetición. Es probable que la relación entre usted y su hija o hijo ya tenga tiempo y una dinámica y la única forma de cambiarla es creando otra nueva que también se rija por la constancia, paciencia y repetición. No pueden desaparecer hábitos viejos, sino crear unos nuevos donde los viejos hábitos ya no funcionen.

¿Qué hago si yo fui criado con golpes?

 

Desafortunadamente, muchas de nuestras madres y padres no tuvieron los conocimientos ni modelos de crianza amorosos que tenemos hoy. Hay que entender que estamos frente a otro momento histórico con nuevos retos y peligros para nuestras niñas, niños y adolescentes, donde la obediencia y la sumisión ya no responden a las habilidades y características que se necesitan para tener una vida satisfactoria, exitosa y feliz.

La crianza amorosa es un tipo de crianza consciente que necesita de nuestra autoevaluación permanente. No sirve de nada recriminar lo que tuvimos nosotros, pero sí entender que era otro momento, que nuestras madres y padres hicieron lo mejor que pudieron y mirar hacia adelante, saber que dentro de nosotros traemos unos modelos de crianza que saldrán en los momentos de crisis y que tenemos que revisar para volver a nuestro norte y nuestros valores y enfocarnos en la conexión y el liderazgo democrático.

La crianza es como un sello que queda grabado en nuestro ser y aunque no queramos, heridas profundas de infancia pueden salir en cualquier momento, bien sea repitiendo patrones con nuestras propias hijas o hijos o en forma de fracasos o enfermedades psicosomáticas por todo el dolor que contuvimos. La crianza consciente no solo nos invita a mirarnos mientras criamos a nuestras hijas e hijos, sino también nos lleva a buscar ayuda cuando ya no podamos más y seamos esas personas que juramos no ser. Buscar ayuda terapéutica, romper patrones familiares y buscar sanar nuestra niña o niño interior siempre será una opción y un gran regalo que le daremos a nuestra descendencia.

Si no le grito o le pego, no me obedece. ¿Qué hago si no entiende por las buenas?

 

Es muy probable que si usted ha usado los gritos y los golpes para manejar la conducta de sus hijas o hijos, el cambio para una crianza amorosa va a tomar tiempo y paciencia. Desde la crianza amorosa todo empieza en la conexión, en que usted se vuelva un influenciador para sus hijas e hijos y les enseñe a través del ejemplo. No se trata de ser su mejor amiga o amigo, sino de ser un líder y tener un norte claro desde donde guiar y persuadir.

Luego de fortalecer la relación y tener una conversación sobre los cambios que quiere implementar en la crianza, comience por establecer las reglas, los límites y los acuerdos, los cuales se definen de manera participativa y según su importancia. Después debe ser consistentes con estrategias de disciplina positiva. No podemos controlar la conducta de la otra persona, pero sí influenciarla y ganarnos su cooperación, por esto debemos saber exactamente qué hacer en las situaciones difíciles para no caer en los golpes y los gritos otra vez. Debemos tener un poco de paciencia, entrenar y ser consistentes para que los cambios sucedan.

Ya lo he castigado mucho y tenemos una mala relación. ¿Cómo puedo repararla y salir de este círculo de lucha?

Una de las consecuencias de los sistemas de crianza basados en los castigos es el deterioro de la relación afectiva entre madres, padres y cuidadores con las niñas, niños y adolescentes, por lo que al final los adultos pierden toda capacidad para influenciar la vida de las niñas, niños y adolescentes y los dejan a merced de sus amigos y otras influencias sociales. Para reparar esta situación y volver a tener un impacto positivo sobre nuestras hijas e hijos debemos comenzar por el fortalecimiento de la relación y dejar de lado la corrección. “Primero la conexión antes de la corrección” (Jane Nelsen).

La reparación de los errores conlleva cuatro momentos: el reconocimiento, la responsabilidad, la reconciliación y la resolución. Primero debemos entrar en un momento de sinceridad emocional y reconocer que hicimos algo que no tuvo los resultados esperados, después hacer un acercamiento amoroso y finalmente buscar cómo hacerlo diferente.

Le he puesto un castigo muy severo. ¿Lo debo cumplir o lo puedo cambiar?

Dos de los principios más importantes de la disciplina positiva son: ver los errores como maravillosas oportunidades de aprendizaje y enfocarse en soluciones.

Luego de actuar impulsivamente como madres, padres o cuidadores y poner un castigo a nuestras hijas e hijos del que después nos estamos arrepintiendo, debemos recurrir a estos dos principios. Primero debemos hacer un proceso de reparación de los errores y mostrarles a nuestras hijas e hijos que no solo no somos madres, padres y cuidadores perfectos, sino que también podemos cometer errores y aprender de ellos. Sin embargo, no tiene sentido reconocer el error y disculparse si después no vamos a buscar soluciones a los problemas.

El enfoque en soluciones nos lleva a hacer un diálogo constructivo con nuestras niñas, niños y adolescentes para analizar la situación, entender las causas, buscar opciones y prevenir nuevos incidentes.

Este enfoque en soluciones junto con nuestras hijas e hijos conlleva muchas enseñanzas de resolución de problemas, pensamiento crítico, habilidades de comunicación, fortalecimiento de la relación, entre otras. Por esto es mejor usar los errores y buscar soluciones que seguir con un castigo severo que no tiene sentido ni tiene ningún poder educativo.

Trato de hacerlo por las buenas pero no me funciona y me descontrolo. ¿Cómo evitarlo y manejar mi culpa?

Las niñas, niños y adolescentes son expertos en tocar nuestros botones más vulnerables y puede salir nuestra peor versión. Por esto la práctica de una crianza amorosa comienza por la autoconsciencia y el autocontrol.

Los golpes y castigos severos no salen de nuestra decisión racional, sino de nuestros sistemas primitivos de defensa que nos ayudan para descargar las emociones de rabia, venganza, cansancio, frustración, mal humor, depresión, ansiedad, etc. Una vez que soltamos esta energía con golpes, gritos o castigos y retomamos el control, nos damos cuenta de que hicimos un daño a los que más queremos y por eso sentimos remordimiento y culpa.

Hay que entrenar el autocontrol en momentos de calma para prevenir nuevos desbordes emocionales en momentos críticos, lo cual comienza por un ejercicio reflexivo de autoconocimiento: ¿qué me hace salir de casillas? Tal vez no puedes cambiar la situación, pero sí la forma cómo ves esa situación. Las emociones tienen un inicio, una intensificación y un descenso. No podemos dejar que la rabia llegue al pico más alto y debemos buscar resolver las situaciones o tomarnos un tiempo de calma cuando empezamos a sentir los primeros signos de la emoción en el cuerpo (latidos, enrojecimiento de la cara, sudoración, etc.).

Para ejercer una crianza amorosa y lograr el autocontrol debemos incluir actividades para la liberación del estrés y la recarga energética en nuestras rutinas con prácticas de autocuidado. Todas las personas debemos satisfacer nuestras necesidades personales de intimidad, compañía y recreación para estar más dispuestos y positivos, puesto que las niñas, los niños y adolescentes detectan nuestro estado emocional, los niveles de estrés y la frustración que manejamos.

Las rutinas de autocuidado deben hacerse diariamente y deben incluir aspectos físicos (dormir, comer, hacer ejercicio), mentales (aprender nuevas cosas, relajarse), emocionales (hablar con amigos, dar y recibir afecto) y espirituales (rezar, hacer servicio social).

 

 

Lograr la autorregulación toma tiempo, pero con la crianza consciente actuaremos cada vez más desde lo racional y menos desde lo impulsivo, evitando así sentimientos de culpa y remordimiento.

¿Por qué antes me obedecía y ahora ya no?

El desarrollo humano depende del desarrollo cerebral que va marcando unos cambios en las habilidades y capacidades físicas, psicológicas, intelectuales y sociales, lo que supone para las niñas, los niños y adolescentes nuevas formas de pensar, actuar y relacionarse con el mundo. Estos cambios también nos exigen a las madres, padres y cuidadores adaptar nuestra crianza a las necesidades de desarrollo de nuestras hijas e hijos.

A medida que crecen necesitaremos estar revisando los límites, acuerdos y rutinas; necesitaremos ampliar las opciones de acción, disminuir la supervisión y dar más autonomía. Algunas veces estos cambios se vuelven muy retadores para cierto tipo de madres, padres y cuidadores que han sido muy sobreprotectores o muy controladores y la naturaleza hará que niñas, niños y adolescentes en desarrollo comiencen a pedir más espacio y autonomía, lo que puede generar una nueva conflictividad familiar en cada etapa.

También hay situaciones externas, como la pandemia, un divorcio o desempleo por ejemplo, que nos implican nuevos retos y adaptaciones de nuestra crianza, pues no solo son difíciles para nosotros, sino también para nuestras hijas e hijos, quienes perciben y absorben toda nuestra frustración y preocupación. En estos momentos debemos hablar con nuestras hijas e hijos, explicarles la situación acorde con su edad y pedirles su opinión sobre lo que debemos hacer todos los miembros de la familia con esta nueva condición. Cuando las situaciones se hablan y todos participan de la vida familiar, el manejo siempre será más fácil, y las niñas y los niños se mostrarán mucho más comprensivos y maduros acorde con la nueva realidad.

Respondiendo a nuestra tarea de ser adultos sensibles y estimulantes, siempre debemos estar revisando lo que necesitan nuestras hijas e hijos para su desarrollo y para la adquisición de habilidades a corto, mediano y largo plazo.