La crianza y su importancia

La crianza es la oportunidad que tenemos las madres, padres y cuidadores para que nuestras hijas e hijos, puedan tener una vida satisfactoria, lograr objetivos, alcanzar la socialización, aprender los valores culturales y sociales, tener mayores posibilidades, lograr un estado de bienestar y tener capacidades para afrontar y superar los retos de la vida. Somos los adultos los que, a partir de nuestra sensibilidad y estimulación, propiciamos las conexiones cerebrales encargadas del desarrollo físico, intelectual, social y emocional.

La crianza es definitiva en el desarrollo del ser humano y marca la vida para siempre.

Primero, el adulto debe controlarse, luego debe entender qué llevó a la niña o al niño a un desborde emocional: ¿no sabe expresar lo que quiere con palabras?, ¿está cansado o con hambre o tiene una necesidad básica insatisfecha?, ¿el adulto solo reacciona cuando hay emociones intensas?, ¿tiene un temperamento de reacciones intensas?, ¿tiene alguna condición médica o psicológica?, etc. Al comprender la causa ya sabemos nuestro paso a seguir.

En la primera infancia es muy importante satisfacer las necesidades básicas porque para el cerebro infantil tener hambre, cansancio o sueño es un tema de supervivencia y seguro tendrá reacciones fuertes en estos estados. Si no podemos satisfacerlo en ese momento, al menos debemos mostrarnos comprensivos y acompañar su frustración. Sentirse atendido le ayudará a calmarse más rápidamente.

Manejo adecuado de las pataletas

Primero, el adulto debe controlarse, luego debe entender qué llevó a la niña o al niño a un desborde emocional: ¿no sabe expresar lo que quiere con palabras?, ¿está cansado o con hambre o tiene una necesidad básica insatisfecha?, ¿el adulto solo reacciona cuando hay emociones intensas?, ¿tiene un temperamento de reacciones intensas?, ¿tiene alguna condición médica o psicológica?, etc. Al comprender la causa ya sabemos nuestro paso a seguir.

En la primera infancia es muy importante satisfacer las necesidades básicas porque para el cerebro infantil tener hambre, cansancio o sueño es un tema de supervivencia y seguro tendrá reacciones fuertes en estos estados. Si no podemos satisfacerlo en ese momento, al menos debemos mostrarnos comprensivos y acompañar su frustración. Sentirse atendido le ayudará a calmarse más rápidamente.

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Cuando aparecen estos desbordes emocionales, primero hay que llamar a la calma con diferentes estrategias de autorregulación. No se pueden encontrar soluciones en medio de un estallido emocional. Solo cuando se logre la calma se deben buscar soluciones (no culpables) e ir entrenando a la niña o al niño a expresar sus emociones de otra forma. Hay que enseñarles que siempre es válido tener una emoción, pero debemos encontrar formas adecuadas de expresarla y actuar a partir de ella dándole opciones: “entiendo que quieras ese carro y te dé rabia no tenerlo, ahora lo tiene tu hermano. ¿Te parece si jugamos juntos con la pelota?”. Estos estallidos emocionales van cambiando cuando hay un adulto que entiende que es parte del momento de desarrollo, que hay que canalizarlo y tener paciencia mientras aprende cómo expresarse adecuadamente.

Los desbordes emocionales pueden terminar en agresiones hacia sus pares, en cuyo caso hay que separarlos y velar por la seguridad de cada uno. A los más pequeños hay que acompañarlos para que puedan calmarse (corregulación); a los más grandes podemos invitarlos a tomarse un tiempo de calma para tranquilizarse, bien sea solos o acompañados, si lo quieren. Los adultos debemos validar los sentimientos y entender las causas. Cuando haya calma hay que buscar la reconciliación y pedir la reparación, sin forzar. La idea es que ambas niñas o ambos niños queden tranquilos y podamos aprovechar estos momentos para enseñar habilidades sociales, como pedir las cosas o ponerse en el lugar del otro, por ejemplo. Cuando todo esté en calma también se deben buscar acuerdos y decidir lo que se va a hacer si se vuelve a presentar. Recuerde que aprender una nueva habilidad toma tiempo y es probable que debamos repetir este proceder varias veces.

Manejo adecuado de las drogas y el alcohol

Indudablemente uno de los grandes temores de las madres, padres y cuidadores es la posibilidad del alcoholismo y la drogadicción en sus hijas o hijos. ¡Y es un temor real!

El tema de las drogas comienza a aparecer en la vida familiar mucho antes de que nuestras hijas e hijos lleguen a la adolescencia, bien sea por las noticias, por familiares, amigos, etc., y debemos aprovechar estos momentos para hablarles de este tema complejo que puede destruir la vida de una persona.

Abórdelo con objetividad y conocimiento, cuéntele a su hija o hijo historias de personas y familias que han tenido que lidiar con esta situación, pero hágalo de una manera tranquila, exacta, informada y sin ansiedad o amenaza. De esta forma abre un canal de comunicación importante para cuando su adolescente tenga que enfrentarse con las drogas en su vida social.

Darles información, mantener las puertas de comunicación abiertas, no juzgarles y mantener la conexión es lo que debemos hacer las madres, padres y cuidadores para acompañar a nuestras hijas e hijos en el momento donde más necesitan de nuestro apoyo.

Si empieza a sentir que su hija o hijo presenta cambios bruscos de conducta, agresividad, depresión, alteraciones del sueño y alimentación, aislamiento, entre otras, debe estar atento porque es posible que tenga algún problema o que esté consumiendo alguna droga. Lo importante es que esté cerca de su hija o hijo adolescente para poder ayudarlo y actuar de forma rápida en caso de que lo vea en riesgo, y si es necesario y tiene inquietudes con sus cambios conductuales es mejor que se asesore de un profesional para que pueda parar un posible trastorno o adicción antes de que el tema se vuelva más difícil.

Cuando aparecen estos desbordes emocionales, primero hay que llamar a la calma con diferentes estrategias de autorregulación. No se pueden encontrar soluciones en medio de un estallido emocional. Solo cuando se logre la calma se deben buscar soluciones (no culpables) e ir entrenando a la niña o al niño a expresar sus emociones de otra forma. Hay que enseñarles que siempre es válido tener una emoción, pero debemos encontrar formas adecuadas de expresarla y actuar a partir de ella dándole opciones: “entiendo que quieras ese carro y te dé rabia no tenerlo, ahora lo tiene tu hermano. ¿Te parece si jugamos juntos con la pelota?”. Estos estallidos emocionales van cambiando cuando hay un adulto que entiende que es parte del momento de desarrollo, que hay que canalizarlo y tener paciencia mientras aprende cómo expresarse adecuadamente.

Los desbordes emocionales pueden terminar en agresiones hacia sus pares, en cuyo caso hay que separarlos y velar por la seguridad de cada uno. A los más pequeños hay que acompañarlos para que puedan calmarse (corregulación); a los más grandes podemos invitarlos a tomarse un tiempo de calma para tranquilizarse, bien sea solos o acompañados, si lo quieren. Los adultos debemos validar los sentimientos y entender las causas. Cuando haya calma hay que buscar la reconciliación y pedir la reparación, sin forzar. La idea es que ambas niñas o ambos niños queden tranquilos y podamos aprovechar estos momentos para enseñar habilidades sociales, como pedir las cosas o ponerse en el lugar del otro, por ejemplo. Cuando todo esté en calma también se deben buscar acuerdos y decidir lo que se va a hacer si se vuelve a presentar. Recuerde que aprender una nueva habilidad toma tiempo y es probable que debamos repetir este proceder varias veces.

El adulto debe
controlarse

Entender las
causas de la
pataleta

Satisfacer las
necesidades
básicas o al
menos mostrar
comprensión y
disposición

Ayudarle a
encontrar la
calma

Buscar
soluciones
adecuadas para
todos

¿Cómo escuchar activamente?

1

Un tiempo de juego:

(Dedicar un rato exclusivo de juego…)

2

Comer

3

Bañarse, limpiarse y lavarse los dientes.

4

Ponerse la pijama

5

Una actividad tranquila y compartir:

(Leer, contar una historia con luz más baja para irlo relajando, dedicar un momento para hablar del día o cantar una canción de cuna.)

6

Caricias, abrazos y despedida

Para convertirnos en las madres, padres y cuidadores de niñas, niños y adolescentes felices, sanos y exitosos debemos poner en práctica los siguientes aspectos de la crianza amorosa:

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1. Ser líderes democráticos

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Ser líderes democráticos que se enfocan en la inspiración, no en la dominancia, y logran la cooperación mezclando el control, la participación y el afecto. La crianza amorosa es el llamado para ser las madres, padres y cuidadores que saben lo que quieren, que lo logran con una base firme (valores) y una forma amable, amorosa, respetuosa y afectuosa (siendo ejemplo y cuidando la relación y el vínculo).

Los valores religiosos, morales, éticos, etc., deben ser seguidos por todos, pues se aprenden a partir de la imitación. Por ejemplo: respetarnos sin gritarnos ni golpearnos, comer en familia, colaborar en la casa, no mentirnos, ir a la iglesia, rezar todas las noches, etc. son algunos valores. ¿Qué otros valores no son negociables y enseñas con tu ejemplo?

2. Tener claras las metas y valores que quiero transmitir y enseñar

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3. Tener un vínculo seguro y una relación fuerte

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Tener una relación fuerte y un vínculo seguro. Una crianza efectiva comienza por la creación de un ambiente seguro, amoroso y protector, lo que se logra con muestras de afecto físicas y verbales, contacto visual, estar presente, compartir tiempo de calidad y actividades, donde tanto adultos como niñas, niños y adolescentes disfrutan estando juntos. Las niñas, los niños y adolescentes deben sentir que son importantes y hacen parte de una familia donde son tenidos en cuenta, son escuchados y respetados.

Conocer las características del mundo infantil y adolescente. Las madres, padres y cuidadores debemos conocer las necesidades de cada momento del desarrollo de nuestras hijas e hijos para poder satisfacerlas, tener expectativas realistas y promover sus fortalezas. Debemos evitar las comparaciones, conocer las particularidades de cada una de nuestras hijas e hijos y, a medida que crezcan, entender los nuevos cambios y necesidades para adaptarnos y crecer con ellas y ellos.

Así mismo, entender que hay muchas formas de comprender e interactuar con el mundo físico, hay muchos tipos de pensamientos, de inteligencias y de aprendizajes que nos invitan a explorar muchas más posibilidades para la crianza de cada una de nuestras hijas e hijos.

4. Conocer las necesidades de desarrollo de la infancia y la adolescencia en general, y las características individuales de cada niña o niño en particular.

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5. Ser adultos sensibles y estimulantes

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Muchas veces se nos olvida que primero hay que enseñar nuevas habilidades antes de pedirles a las niñas, niños y adolescentes que hagan ciertas cosas. Recordemos que las habilidades socioemocionales como compartir, pedir, esperar turnos, controlar los impulsos, etc., también deben enseñarse y practicarse. Los adultos que más promueven el desarrollo infantil y adolescente son sensibles y estimulantes y se enfocan en desarrollar habilidades a corto, mediano y largo plazo. Esto implica tiempo, conocimiento, dejar actuar, dejar practicar y permitir los errores como parte del aprendizaje.

Tener habilidades de comunicación La comunicación es fundamental porque es el canal por el que llegamos a impactar a los demás. Más del 90 % de la comunicación no está en las palabras, sino en el lenguaje no verbal y el tono. Para ser madres, padres y cuidadores inspiradores debemos tener buenas habilidades para escuchar, dar instrucciones y preguntar, y poder lograr así la cooperación de nuestras hijas e hijos y una respuesta positiva por la influencia y el ejemplo.

6. Tener habilidades de comunicación

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7. Motivar conductas positivas

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Primero la prevención antes de la corrección. Las madres, padres y cuidadores deben estar más enfocados en promover conductas positivas y apropiadas que en estar eliminando las conductas difíciles. La promoción de las conductas adecuadas comienza por la organización del ambiente familiar el establecimiento de límites, acuerdos, rutinas, tareas y horarios, siempre de manera participativa. Cuando la familia se organiza y define unos acuerdos claros y justos, las niñas, los niños y adolescentes se muestran mucho más colaboradores y responsables de sus acciones. Además, los adultos que alientan este tipo de conductas positivas previenen en mayor medida la aparición de conductas retadoras a las que pueden recurrir sus hijas o hijos para llamar la atención y sentirse importantes.

Tener herramientas de disciplina positiva para manejar la conducta difícil. A pesar de todos los esfuerzos, el desarrollo infantil y adolescente trae muchos retos para las madres, padres y cuidadores y el conflicto es algo inherente a todas las relaciones humanas. No es posible eliminar los conflictos de las familias, pero sí se pueden reducir y darles un manejo positivo que permita afrontarlos y resolverlos de la mejor manera para todos los miembros. Algunas acciones como castigar y premiar pueden acabar los problemas en el momento, pero generan más dificultades a largo plazo. Por lo tanto, los adultos debemos contar con estrategias de manejo disciplinario positivo para gestionar los conflictos y convertir esos retos en habilidades para la vida a largo plazo.

8. Motivar conductas positivas

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9. Tener estrategias de autocontrol y autocuidado

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La primera información que entra a nuestro cerebro es procesada por la parte emocional y por esto muchas veces reaccionamos de manera impulsiva e indeseada, sin pensar. Para la práctica de la crianza amorosa tenemos que aumentar nuestra autorregulación, es decir, poder controlar los impulsos y emociones inmediatas y esperar unos segundos para tomar decisiones racionales que beneficien a todos los miembros de la familia. Para lograr el autocontrol hay que empezar por el autocuidado. La crianza es demandante y estresante y las prácticas de autocuidado nos permiten disminuir el estrés y estar más tranquilos y preparados para cuando aparezcan esas conductas retadoras de nuestras hijas e hijos. El autocuidado nos permite tener más energía física, mental y espiritual para enfrentar los retos de la crianza.

Todo lo anterior no se logra de la noche a la mañana y nunca se llega a la perfección. Aunque las madres, padres y cuidadores que practican una crianza amorosa y positiva no son perfectos y son seres humanos, su práctica de crianza se hace de una manera consciente y con mentalidad de crecimiento y aprendizaje continuo. Saben que van a cometer muchos errores, pero siempre tienen un faro que los guía y un norte claro.

Una crianza consciente también se pregunta por cómo fue nuestra propia crianza. Hay que tener en cuenta que la forma como fuimos criados queda grabada en la memoria emocional de nuestro cerebro y aparece de manera automática en muchas situaciones, especialmente en momentos de crisis y estrés, con lo que podemos terminar haciendo cosas que habíamos prometido no repetir y no podamos llevar a cabo un acompañamiento maduro y adecuado con nuestras hijas e hijos tal y como lo queríamos. Debemos partir de la autoobservación y la revisión de nuestro estilo de crianza para manejar conscientemente nuestras propias emociones y acciones y pasar de la reacción automática a la práctica de una crianza más consciente y amorosa.

10. Tener una mentalidad de aprendizaje continuo y autoobservación

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La Convención se fundamenta en 4 principios:

A

¿Cuántas veces interrumpimos y damos explicaciones?

B

¿Cuántas veces aconsejamos sin dejar que el otro encuentre soluciones?

C

¿Cuántas veces nos apresuramos a sacar conclusiones sin mucha información?

D

¿Cuánto esfuerzo hacemos para entender el mensaje oculto detrás de las palabras del otro?

E

¿Cuántas veces usamos preguntas para ayudarle al otro a encontrar su verdad?

F

¿Cuántas veces validamos su emoción y mostramos comprensión?

G

¿Cuántas veces “escuchamos” realmente a nuestras hijas e hijos?

¿Cómo escuchar activamente?

1

Debemos renunciar a tener la razón o a dar lecciones. Simplemente escuchar y leer el lenguaje no verbal (estado de ánimo, expresión, gestos, postura, tono, etc.)

2

Mirar a la persona que nos habla, ponernos a su altura y de frente.

3

Estar en silencio mientras habla y no apresurarnos a responder.

Dar instrucciones claras y en calma

Preguntar

Mostrar y verificar la comprensión

Preguntar por un acuerdo anterior, por las rutinas y los horarios

Dar opciones limitadas

Sinceridad emocional

Invitar a hacerlo de otra forma.

Redireccionar

Decidir qué hacer. Actuar sin hablar

Hacer planeación de situaciones de alto riesgo

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Asumir e interpretar:

Asumir e interpretar:

Asumir que se sabe lo que el otro piensa, siente y hace: “seguramente querías hacer…”.

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Sermonear:

Sermonear:

explicar y dar lecciones: “si me hubieras escuchado…”.

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Dirigir o mandar:

Dirigir o mandar:

decir lo que tiene que hacer sin preguntar: “tienes que hacer…”.

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Esperar:

Esperar:

tener falsas expectativas y minimizar: “esperaba que ya supieras…”, “pareces un bebé”.

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Aconsejar:

Aconsejar:

“lo que tienes que hacer…”.

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Hablar desde lo negativo:

Hablar desde lo negativo:

“nunca colaboras…”.

Interrumpir y no dejar hablar.

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Distraerse y no dar señales de escuchar:

Distraerse y no dar señales de escuchar:

“te estoy escuchando” (mientras mira el celular).

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Invalidar las emociones a pesar de intentar validarlas:

Invalidar las emociones a pesar de intentar validarlas:

“Entiendo que te de rabia, pero no tienes por qué sentirte así”.

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Resentimiento

Piensan: “Esto es injusto, no puedo confiar en los adultos”. Creencia: “no me quieren”.

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Revancha

Piensan: “Esto es injusto, no puedo confiar en los adultos”. Creencia: “no me quieren”.

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Rebeldía

Piensan: “Esto es injusto, no puedo confiar en los adultos”. Creencia: “no me quieren”.

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Retraimiento

Piensan: “Esto es injusto, no puedo confiar en los adultos”. Creencia: “no me quieren”.

La magia de la crianza amorosa es combinar el control y el establecimiento de
límites con una relación afectuosa, respetuosa y amorosa al mismo tiempo.
“Hay que GANARSE a las hijas e hijos, NO GANARLES” (Jane Nelsen).

¿Por qué los adultos golpeamos a nuestra hijas o hijos?

Experiencia personal:

Tienen una historia de castigo físico y ven esta práctica como normal y válida para la crianza.

Percepción negativa de la conducta de la niña, el niño o el adolescente:

La conducta inadecuada infantil o adolescente es vista como algo serio, grave e intencional, alejada de los procesos normales del desarrollo. Por lo tanto, ya que es intencional, se deben “pagar” con dolor los errores.

Las creencias sobre la función parental y la crianza:

La crianza está centrada en las necesidades del adulto, hay un gran temor a perder la autoridad, el poder y el control, y el castigo físico es visto como un medio para lograr la obediencia.

Dificultad para el control de los impulsos y la autorregulación

Las madres, padres y cuidadores tienen dificultades para el control de sus impulsos y la autorregulación, presentan más sentimientos de rabia, cansancio y estrés que son descargados en los más vulnerables e indefensos. En estos casos, la crianza termina siendo reactiva, no consciente.

Pocas alternativas disciplinarias diferentes al castigo

Las madres, padres y cuidadores tienen pocas alternativas disciplinarias diferentes al castigo.

1

Identificar el problema sin tomar partido por una de las partes ni ser jueces.

Identificar el problema sin tomar partido por una de las partes ni ser jueces.

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2

Pedir la calma o invitar a tomarse un tiempo de calma.

Pedir la calma o invitar a tomarse un tiempo de calma. Si hay una confrontación física deben separarse y se le debe pedir a cada uno que encuentre un lugar para calmarse. También podemos preguntar: ¿están calmados para encontrar una solución al problema? Ninguna confrontación puede resolverse en estado alterado, por lo que el adulto debe permanecer calmado y, si es el caso, retirar el objeto en disputa mientras logran calmarse. Todos deben estar en el mismo barco, es decir, ninguno puede ver la tv o ninguno juega con el juguete hasta que no encuentren una solución conjunta.

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3

Pedirles que sean ellas o ellos quienes encuentren soluciones a sus problemas

A las hijas o hijos mayores podemos pedirles que sean ellas o ellos quienes encuentren soluciones a sus problemas con preguntas como: ¿cómo lo van a resolver? A los más pequeños podemos acompañarlos y ser mediadores, permitiendo que cada uno exprese lo que siente y atentos a qué soluciones proponen. Cuando encuentren una solución conjunta, se les puede proponer que la ensayen y hacemos seguimiento. Son ellas y ellos quienes deben proponer las soluciones a sus problemas (no los adultos).

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4

Pedirles que sean ellas o ellos quienes encuentren soluciones a sus problemas

Cuando ya la disputa haya pasado, cuando lo consideremos pertinente y haya disposición, podemos aprovechar estas situaciones para enseñarles a todos estrategias de negociación, resolución de problemas y reparación de los errores (reconocer, responsabilizarse, reconciliarse y resolver). Estas estrategias permiten que las niñas, niños y adolescentes expongan sus dificultades, sus puntos de vista y sus deseos, sin culpar (por ejemplo: “yo me siento_____ cuando_____ y me gustaría____”, en lugar de “tu me haces sentir____ y tienes que____”). En el caso de gran desigualdad podemos empoderar a alguno para que exprese lo que siente y que le pida al otro que se detenga, sin humillar al más fuerte, ni tomar partido: “dile a tu hermano lo que sientes y lo que te gustaría”.

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5

¿Qué hago con mi hija o hijo si tiene una hermana o hermano con necesidades especiales o enfermo y debo dedicarle mucho tiempo?

El manejo de miembros familiares con necesidades especiales no es fácil de entender para las niñas y los niños, lo que puede llevar a conductas inadecuadas de manera consciente o inconsciente, casi buscando que su madre, padre o cuidador le dedique el tiempo que le da a su hermana o hermano. Es conveniente hablar de la situación de manera sincera, darle mucho reconocimiento personal y pedir ayuda externa para asignar tiempos especiales al que no está enfermo. Si se siente importante y reconocido para los adultos es mucho más probable que colabore sin sentirse excluido ni obligado.

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Para intervenir situaciones conflictivas entre hermanos también podemos revisar diferentes estrategias de disciplina positiva
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Para fortalecer la relación debemos:

Dedicar un tiempo especial a nuestra hija o hijo diariamente

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Es un tiempo de encuentro, sin pantallas y sin reclamos, donde todos disfruten de las actividades compartidas. El mejor tiempo especial es aquel donde el pequeño se siente competente y donde puede mostrar sus habilidades. No debemos utilizar los momentos compartidos, como las comidas familiares, para estar corrigiendo y sermoneando.

Conversar

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La conversación familiar en distintos momentos es muy poderosa porque, además de fortalecer la relación, enseña habilidades de comunicación, habilidades sociales, amplía conocimientos, fortalece la autoestima, entre otros.

Demostrar afecto cada día

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Puede ser con besos, abrazos, sonrisas, frases alentadoras o reconocimientos emocionales (no materiales).

Demostrar amor incondicional

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Aún en los momentos de corrección, las niñas, niños y adolescentes deben sentir que es por su bien (y no por el bien del adulto) y que sin importar el error, el amor de las madres, padres y cuidadores sigue intacto.

Fomentar su participación y toma de decisiones

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Debe sentir que confiamos en ella o en él y que es importante y parte de la familia. También debe tener responsabilidades dentro de la casa acordes con su edad y posibilidades (por ejemplo, involucrarlo en el cuidado de una mascota, organizar, limpiar o recoger los platos).

Reconocer, estimular y fomentar sus fortalezas

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Aún en los momentos de corrección todas las niñas, niños y adolescentes, independientemente de sus condiciones físicas o mentales, tienen fortalezas que podemos potencializar, reconocer y aprovechar para desarrollar nuevas habilidades. Los adultos cuidadores tenemos una tarea importante en ayudarles a descubrir las fortalezas que les permitirán a conseguir los objetivos en sus vidas.

El negligente no toma en cuenta las necesidades de niñas, niños y adolescentes y hay poco acompañamiento, tiene bajo control y baja afectividad.

El democrático se centra en las necesidades y el respeto de todos los miembros de la familia y en el desarrollo de habilidades a corto, mediano y largo plazo; tiene un alto establecimiento de límites y acuerdos y alta afectividad.

El negligente no toma en cuenta las necesidades de niñas, niños y adolescentes y hay poco acompañamiento, tiene bajo control y baja afectividad.

Con el castigo físico, además de aprender a temer a sus madres, padres y cuidadores, les enseñamos que:

Los golpes son una forma válida para relacionarse con los demás.

Está bien abusar de los demás.

Está bien que los demás abusen de mí.

Los problemas se resuelven a través de la fuerza y la violencia.

El respeto y la autoridad se consiguen con el poder y la dominancia, no por la cooperación y la conciliación.

Con prácticas de crianza violentas no debemos extrañarnos de que tengamos más de 10.000 niñas, niños y adolescentes maltratados cada año en Colombia, ni que tengamos los indicadores de violencia y asesinatos que vemos cada día en nuestras calles.

Enfocarse en el futuro, no en el pasado: ¿qué vas a hacer para que no vuelva a pasar? No se trata de buscar culpables, sino de aprender de las situaciones.

Enfocarse en soluciones con preguntas de curiosidad: ¿qué pasó?, ¿cómo podrías hacerlo diferente?

Acompañar la frustración con empatía: “sé que querías jugar con eso, y si no te pones de acuerdo con tu hermano tenemos que guardarlo. Espero que lo resuelvan pronto”.